EI Moscardon
2009-03-22 20:55:41 UTC
El efecto dominó
El Consejo de Ministros ha tomado toda una serie de medidas para afrontar
una crisis de liquidez y demanda que ha tenido su origen en el desorden
financiero internacional.
Como si de un dominó se tratara, recuerden como colocábamos de niños en fila
y en pie las fichas de este noble juego chino, y jugábamos a ver como
tumbando la primera se arrastraban las unas a las otras.
El efecto dominó no es otra cosa entonces que la concatenación sucesiva
sobre las distintas partes por la caída o desorden en la primera.
Tres condicionantes previos: Exuberancia, subprime y tramposos
Partíamos de unos lejanos pero significativos condicionantes previos. En
primer lugar, desde que el once de agosto de 1987 Ronald Reagan propusiera a
Alan Greenspan como Gobernador de la Reserva Federal, éste se ocupó de
alentar la economía a partir de fuertes inyecciones de liquidez y de una
agresiva política monetaria expansiva. Esto dio lugar -entre otras causas- a
que la renta y la producción se acelerasen, que viviésemos unos años noventa
de crecimiento bien parecidos a aquellos felices veinte. Sin embargo, al
mismo tiempo, al disponer el público de tanta liquidez, las compras de
bienes inmuebles y muebles, hicieron que los precios de los pisos y de las
acciones se elevaran como si de una "exuberancia irracional" se tratara,
término por cierto acuñado por el propio gobernador. En segundo lugar, al
existir tanta liquidez emanada de las manos de Greenspan, los bancos
norteamericanos prestaron a cualquiera con la única garantía del valor de
los inmuebles (hipotecas subprime) en la confianza -no por tantas veces
repetida menos falsa- de que el valor de los pisos nunca baja. En tercer
lugar, la desregulación y la opacidad de los mercados financieros -fruto de
la expansión de la doctrina neoconservadora que amancilló el término liberal
y que reclutó un ejército de tramposos-, hacía desaparecer los préstamos
subprime o hipotecas basura -como si de un truco de magia se tratara-,
empaquetándolos, vendiéndoselos a fondos de inversión que a su vez se
colocaban entre bancos y particulares. Se calcula que más de cuatro billones
de euros de este tipo de hipotecas fueron introducidos en Europa.
Bien, pues ya tenemos tres condicionantes previos: exuberancia, subprime y
tramposos.
El efecto dominó
Pronto se encendió la mecha. La llegada de un nuevo Gobernador a la Reserva
Federal y las tensiones inflacionistas, llevaron al banco central
norteamericano a subir los tipos de interés. Ahora había que pagar más cuota
por los préstamos hipotecarios, ahora resultaba más caro endeudarse,
comenzaba a desaparecer el ánimo inversor, se evaporaba la exuberancia. Una
mecha que prende conforme mayor y más irracional fue la exuberancia,
conforme mayor ha sido la subida artificial de los precios de los inmuebles
y de las acciones.
Cae la primera ficha: la crisis inmobiliaria. Los precios de los pisos
comienzan a caer. El último dato es escalofriante en los últimos doce meses
los precios de los inmuebles en Estados Unidos ha disminuido un 18%.
Cae la segunda ficha: crisis financiera norteamericana. Esta situación
inmobiliaria arrastra a las instituciones financieras norteamericanas que
habían financiado esta exuberancia. La caída de Lehman Brothers supuso la
suspensión en el pago de sus pasivos, deudas cuyo monto total era igual a un
tercio del PIB de España. La semana pasada CityBank anunció el despido de
50.000 trabajadores y Bank of America de 100.000 ciudadanos.
Cae la tercera ficha: crisis financiera internacional. Un banco debe a otro
banco, y si Lehman o cualquier otro suspenden pagos, estos arrastran a sus
acreedores. O han comprado subprime empaquetadas, activos tóxicos, opacos o
simplemente estafas como la de Madoff. Comienza a tener problemas el Royal
Bank of Scotland, ING ha de ser respaldado por el Gobierno holandés, UBS
tiene que ser apoyado por las autoridades suizas.
Cae la cuarta ficha: desaparición de la confianza entre bancos. Las
instituciones financieras no se prestan entre sí, sube el precio del dinero
(euribor) ante su escasez. No fluye el sistema, no hay riego de recursos, no
se descuentan letras, no se presta. Es como meter a un hombre en el fondo de
una piscina.
Cae la quinta ficha: crisis económica norteamericana. Si los bancos no
prestan, cae el consumo y la inversión, disminuye la producción, decrece la
ocupación, aumenta el paro, y, precisamente, este desempleo derrumba a su
vez el consumo: entramos en el círculo vicioso de la recesión. Como publica
periodistaeconomico.com, en enero de 2009 Hewlett-Packard ha anunciado que
despedirá en Estados Unidos a 24.000 trabajadores, ATT a 12.000 y Microsoft
a 5.000. General Motors pasa de cotizar en Wall Street a cuarenta y tantos
dólares a unos tres en la actualidad.
Cae la sexta ficha: recesión mundial. Todos los países entran en crisis y
muchos de ellos están ya en recesión. ¿Francia? : Renault despide a 6.000
trabajadores. ¿Japón? : Sony prescinde de 16.000 trabajadores.
Vemos caer las fichas del tablero mundial con el ruido de fondo de la voz de
Rajoy diciendo que la culpa es de Zapatero, como un eco que se aleja cada
vez más de la realidad. Los conservadores son aquellos que cuando se apaga
una bombilla se quedan mirando como el mercado enciende la luz.
En cada país hay que añadir sus propios condicionantes previos; en España,
por ejemplo, una exuberancia irracional cañí en el mercado inmobiliario
nacional.
Partíamos de una situación de fuerte crecimiento situado alrededor del
cuatro por ciento, supéravit público y de la Seguridad Social y disminución
récord del desempleo. Y también teníamos -y seguimos teniendo- unos
problemas estructurales que aunque graves no son los condicionantes de la
crisis: baja productividad, déficit exterior y un sector inmobiliario
inflado. Problemas que se llevan arrastrando desde hace decenios y que
habiendo de solucionar no son los que nos apuran la urgencia derivada de la
escasa liquidez internacional y la caída de la demanda.
Conclusiones y soluciones
Ahora tenemos la mesa llena de fichas tumbadas de dominó. Las consecuencias
son gravísimas: desaparición de la liquidez, caída de la demanda (consumo e
inversión) y un drama social de envergadura.
A cada problema su solución. El Gobierno de España se pone en marcha. En
primer lugar, ante la crisis de liquidez se inyecta dinero a los bancos a
partir de emisiones de la Dirección General del Tesoro. En segundo lugar se
pretende animar la demanda a partir de una inyección de 11.000 millones de
euros de los cuales 8.000 serán destinados de inmediato a obra pública en
nuestros municipios. Y en tercer lugar se mantiene una política social
activa que evite que sean los menos favorecidos, y los trabajadores en
general, los que paguen el problema generado por el desorden financiero de
muchos tramposos.
Mientras tanto la oposición, de rumbo cambiante, no aporta una sola idea y
sólo se escuchan sus consignas contra la dirección del Gobierno. Hace más
ruido un árbol cuando cae que un bosque cuando crece.
Sin embargo el proceso se atasca: los bancos no prestan. Es entonces cuando
nos preguntamos por qué las instituciones financieras nos dejan paraguas
cuando hace sol y nos lo quitan cuando llueve. Teniendo la Tasa de Morosidad
más baja de la Unión Europea -derivada de una normativa adecuada por parte
del Banco de España-, nuestros bancos parecen sufrir en menor medida el
desorden financiero internacional. Tienen pues la obligación de poner encima
de la mesa el dinero de la banca para que vuelva a comenzar el juego. La
banca gana, gritó el croupier.
Lo que de verdad tenemos que pensar es si el zumo compensa exprimir la
fruta.
Antonio Miguel Carmona es profesor de Macroeconomía y colaborador de
www.periodistaeconomico.com
http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=31843
El Consejo de Ministros ha tomado toda una serie de medidas para afrontar
una crisis de liquidez y demanda que ha tenido su origen en el desorden
financiero internacional.
Como si de un dominó se tratara, recuerden como colocábamos de niños en fila
y en pie las fichas de este noble juego chino, y jugábamos a ver como
tumbando la primera se arrastraban las unas a las otras.
El efecto dominó no es otra cosa entonces que la concatenación sucesiva
sobre las distintas partes por la caída o desorden en la primera.
Tres condicionantes previos: Exuberancia, subprime y tramposos
Partíamos de unos lejanos pero significativos condicionantes previos. En
primer lugar, desde que el once de agosto de 1987 Ronald Reagan propusiera a
Alan Greenspan como Gobernador de la Reserva Federal, éste se ocupó de
alentar la economía a partir de fuertes inyecciones de liquidez y de una
agresiva política monetaria expansiva. Esto dio lugar -entre otras causas- a
que la renta y la producción se acelerasen, que viviésemos unos años noventa
de crecimiento bien parecidos a aquellos felices veinte. Sin embargo, al
mismo tiempo, al disponer el público de tanta liquidez, las compras de
bienes inmuebles y muebles, hicieron que los precios de los pisos y de las
acciones se elevaran como si de una "exuberancia irracional" se tratara,
término por cierto acuñado por el propio gobernador. En segundo lugar, al
existir tanta liquidez emanada de las manos de Greenspan, los bancos
norteamericanos prestaron a cualquiera con la única garantía del valor de
los inmuebles (hipotecas subprime) en la confianza -no por tantas veces
repetida menos falsa- de que el valor de los pisos nunca baja. En tercer
lugar, la desregulación y la opacidad de los mercados financieros -fruto de
la expansión de la doctrina neoconservadora que amancilló el término liberal
y que reclutó un ejército de tramposos-, hacía desaparecer los préstamos
subprime o hipotecas basura -como si de un truco de magia se tratara-,
empaquetándolos, vendiéndoselos a fondos de inversión que a su vez se
colocaban entre bancos y particulares. Se calcula que más de cuatro billones
de euros de este tipo de hipotecas fueron introducidos en Europa.
Bien, pues ya tenemos tres condicionantes previos: exuberancia, subprime y
tramposos.
El efecto dominó
Pronto se encendió la mecha. La llegada de un nuevo Gobernador a la Reserva
Federal y las tensiones inflacionistas, llevaron al banco central
norteamericano a subir los tipos de interés. Ahora había que pagar más cuota
por los préstamos hipotecarios, ahora resultaba más caro endeudarse,
comenzaba a desaparecer el ánimo inversor, se evaporaba la exuberancia. Una
mecha que prende conforme mayor y más irracional fue la exuberancia,
conforme mayor ha sido la subida artificial de los precios de los inmuebles
y de las acciones.
Cae la primera ficha: la crisis inmobiliaria. Los precios de los pisos
comienzan a caer. El último dato es escalofriante en los últimos doce meses
los precios de los inmuebles en Estados Unidos ha disminuido un 18%.
Cae la segunda ficha: crisis financiera norteamericana. Esta situación
inmobiliaria arrastra a las instituciones financieras norteamericanas que
habían financiado esta exuberancia. La caída de Lehman Brothers supuso la
suspensión en el pago de sus pasivos, deudas cuyo monto total era igual a un
tercio del PIB de España. La semana pasada CityBank anunció el despido de
50.000 trabajadores y Bank of America de 100.000 ciudadanos.
Cae la tercera ficha: crisis financiera internacional. Un banco debe a otro
banco, y si Lehman o cualquier otro suspenden pagos, estos arrastran a sus
acreedores. O han comprado subprime empaquetadas, activos tóxicos, opacos o
simplemente estafas como la de Madoff. Comienza a tener problemas el Royal
Bank of Scotland, ING ha de ser respaldado por el Gobierno holandés, UBS
tiene que ser apoyado por las autoridades suizas.
Cae la cuarta ficha: desaparición de la confianza entre bancos. Las
instituciones financieras no se prestan entre sí, sube el precio del dinero
(euribor) ante su escasez. No fluye el sistema, no hay riego de recursos, no
se descuentan letras, no se presta. Es como meter a un hombre en el fondo de
una piscina.
Cae la quinta ficha: crisis económica norteamericana. Si los bancos no
prestan, cae el consumo y la inversión, disminuye la producción, decrece la
ocupación, aumenta el paro, y, precisamente, este desempleo derrumba a su
vez el consumo: entramos en el círculo vicioso de la recesión. Como publica
periodistaeconomico.com, en enero de 2009 Hewlett-Packard ha anunciado que
despedirá en Estados Unidos a 24.000 trabajadores, ATT a 12.000 y Microsoft
a 5.000. General Motors pasa de cotizar en Wall Street a cuarenta y tantos
dólares a unos tres en la actualidad.
Cae la sexta ficha: recesión mundial. Todos los países entran en crisis y
muchos de ellos están ya en recesión. ¿Francia? : Renault despide a 6.000
trabajadores. ¿Japón? : Sony prescinde de 16.000 trabajadores.
Vemos caer las fichas del tablero mundial con el ruido de fondo de la voz de
Rajoy diciendo que la culpa es de Zapatero, como un eco que se aleja cada
vez más de la realidad. Los conservadores son aquellos que cuando se apaga
una bombilla se quedan mirando como el mercado enciende la luz.
En cada país hay que añadir sus propios condicionantes previos; en España,
por ejemplo, una exuberancia irracional cañí en el mercado inmobiliario
nacional.
Partíamos de una situación de fuerte crecimiento situado alrededor del
cuatro por ciento, supéravit público y de la Seguridad Social y disminución
récord del desempleo. Y también teníamos -y seguimos teniendo- unos
problemas estructurales que aunque graves no son los condicionantes de la
crisis: baja productividad, déficit exterior y un sector inmobiliario
inflado. Problemas que se llevan arrastrando desde hace decenios y que
habiendo de solucionar no son los que nos apuran la urgencia derivada de la
escasa liquidez internacional y la caída de la demanda.
Conclusiones y soluciones
Ahora tenemos la mesa llena de fichas tumbadas de dominó. Las consecuencias
son gravísimas: desaparición de la liquidez, caída de la demanda (consumo e
inversión) y un drama social de envergadura.
A cada problema su solución. El Gobierno de España se pone en marcha. En
primer lugar, ante la crisis de liquidez se inyecta dinero a los bancos a
partir de emisiones de la Dirección General del Tesoro. En segundo lugar se
pretende animar la demanda a partir de una inyección de 11.000 millones de
euros de los cuales 8.000 serán destinados de inmediato a obra pública en
nuestros municipios. Y en tercer lugar se mantiene una política social
activa que evite que sean los menos favorecidos, y los trabajadores en
general, los que paguen el problema generado por el desorden financiero de
muchos tramposos.
Mientras tanto la oposición, de rumbo cambiante, no aporta una sola idea y
sólo se escuchan sus consignas contra la dirección del Gobierno. Hace más
ruido un árbol cuando cae que un bosque cuando crece.
Sin embargo el proceso se atasca: los bancos no prestan. Es entonces cuando
nos preguntamos por qué las instituciones financieras nos dejan paraguas
cuando hace sol y nos lo quitan cuando llueve. Teniendo la Tasa de Morosidad
más baja de la Unión Europea -derivada de una normativa adecuada por parte
del Banco de España-, nuestros bancos parecen sufrir en menor medida el
desorden financiero internacional. Tienen pues la obligación de poner encima
de la mesa el dinero de la banca para que vuelva a comenzar el juego. La
banca gana, gritó el croupier.
Lo que de verdad tenemos que pensar es si el zumo compensa exprimir la
fruta.
Antonio Miguel Carmona es profesor de Macroeconomía y colaborador de
www.periodistaeconomico.com
http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=31843